viernes, 2 de abril de 2010

HASTA DONDE DEJARAN QUE SE DETERIORE EL TRASPORTE PUBLICO EN TARRAGONA

Noticia publicada en el diari de Tarragona por: RAÚL COSANO - 04/03/2010

La odisea del transporte público

Estaciones ‘tercermundistas’, horarios desperdigados, paradas ‘fantasma’ y conexiones inexistentes entre ciudades. Estudiar en Tarragona, tomar el aperitivo en Cambrils, trabajar en Valls y relajarse en Reus. El ‘Diari’ pone a prueba la movilidad del transporte público con un recorrido de 12 horas

La lluvia intimida y multiplica el riesgo de retrasos, así que, acicalado y desayunado, más vale salir de casa con tiempo. Tres minutos de paseo hasta la estación de la calle Montblanc de Torreforta y allí, puntual, llega un bus de la línea 6, a rebosar en esta hora punta.
Después de un trayecto estresante que ronda el cuarto de hora, el vehículo, tras cruzar el centro de Tarragona, se detiene en la avenida Catalunya. Vamos bien. Quedan 15 minutos para el examen en la Facultat de Jurídiques. En cinco llegamos al edificio y aún quedan diez para conversar con los compañeros, repasar el temario y dejar aflorar los nervios.
Después de la obligación, toca relajarse. La próxima cita es a las 11.30 horas para tomar un aperitivo en Cambrils. El descenso desde el Campus Catalunya hasta la Plaça Imperial dura diez minutos y, por suerte, el siguiente bus a Cambrils no tarda: sale a las 11.00 horas. Toca esperar 20 minutos, un clásico en el transporte público, aunque el vehículo llega incluso antes de hora y arranca con puntualidad alemana.

Sin noticias de la megafonía
El autocar está destartalado, sucio, pintarrajeado y el motor gasta un sonido ensordecedor. El viaje no es cómodo y, si se desconoce el terreno, hay que apelar a la intuición para no perderse. Las megafonías para anunciar las paradas brillan por su ausencia.
¿Es un trayecto directo o hace escalas? Hay paradas intermedias, nos dice la experiencia. Se detiene en la N-340, a la altura del barrio de Campclar, para que suba un viajero pero la parada ni se advierte desde el bus ni se señaliza fuera en la calzada.
Las numerosas paradas en Vila-seca y en el casco urbano de Cambrils ralentizan el viaje, de forma que llegamos a nuestro destino 42 minutos después de salir de Tarragona. Primera cita impuntual: he hecho esperar a los amigos 12 minutos.
Lo bueno se acaba rápido. Ahora el desafío es comenzar a hacer prácticas en el Polígono Industrial de Valls a las 14.00 horas. Pero la estación de autobuses de Cambrils no lo va a poner fácil. La desértica y graffiteada infraestructura nos depara un servicio muy mejorable: sólo atiende una persona, que suministra información sobre los viajes de su empresa. «Creo que no se puede ir directo a Valls. Hay que pasar por Tarragona pero no lo sé seguro», nos dice.
La ausencia de horarios en dirección a la capital del Alt Camp confirma el mal augurio. Pero en Cambrils la información se vende cara y no están colgados los horarios de bus para ir a Tarragona. Suerte que uno es precavido y lleva de casa los documentos imprimidos desde internet. Hay que esperar con paciencia… hasta que venga algún bus. Cerca, una señora mayor se queja de los horarios del bus urbano cambrilense. «Es que la letra es muy pequeña. No se puede leer», se lamenta. Al fin, un autobús nos devuelve a la senda de Tarragona.

Por suerte, llega un express
El conductor nos confirma que, en efecto, ir hacia Valls era ciencia ficción. Por suerte, es un express y en 24 minutos los cuatro pasajeros llegamos a Tarragona. Son las 12.33 h. Vuelta a empezar. Por supuesto, a un autobús directo hacia el Polígon de Valls ni está ni se le espera, aunque en 20 minutos sale uno hacia el centro urbano.
Hay tiempo para tomarse un café, aunque bien podría calzarme un carajillo y ahogar mis penas en alcohol. En la estación de buses de Tarragona, pulula algún individuo indeseable. El panel de salidas y llegadas anuncia viajes a Marruecos y Pamplona pero no el nuestro, que aparece un poco más tarde, ya ‘in extremis’.

El presupuesto se dispara
Otro golpe de suerte: nuestro próximo vehículo llega puntual y es express, por lo que se planta en Valls, N-240 mediante, en 25 minutos. Entre los viajeros, inmigrantes y jóvenes. Puro proletariado. A media hora para fichar en la fábrica, la estación de Valls despista: panel electrónico desconectado, más suciedad, ausencia de informadores –más allá del dueño del bar– y horarios desperdigados. Por eso –y la inexperiencia en estas lides– no llegamos al bus que sale a las 13.40 horas y nos dejaría puntuales y felices en el Polígon (¡el próximo es a las 21.30!).
Sí que hay tiempo para coger un taxi y dejar que se dispare el presupuesto: nueve euros por diez minutos de carrera hasta el recinto industrial. Eso sí: llegamos a tiempo y nos ahorramos la bronca del jefe. Después de las prácticas, el reto es llegar a Reus y disfrutar de otro rato de asueto. Hay que aflojar el dinero al taxista y, una vez en la estación de Valls, esperar un bus hacia la capital del Baix Camp.
El vehículo llega puntual y es confortable. Un alivio a estas alturas del día. Algo más de media hora en llegar a Reus por la carretera de Montblanc, previas paradas en Alcover y La Selva. 19.15 horas. Llegamos a tiempo a la cita, que dura algo menos de hora y media porque el cansancio aprieta y urge regresar a casa. Estaría bien recostarse en el sofá a eso de las 21.30 h.
Desde la estación central de Reus, no es difícil coger un bus a estas horas –la frecuencia de paso es muy alta– y plantarse en quince minutos en Tarragona, admirando de paso las espectaculares obras del nuevo hospital de Reus. Es un trámite pero aún queda otro esfuerzo para alguien que vive en la periferia de la capital.
Desde la Imperial Tàrraco, hay que volver a confiar en la EMT, puntual en estas horas con escasa afluencia de pasajeros. En siete minutos, la línea 54 nos deja en casa a las 22.03 h., 33 minutos después de la hora deseada y sin poder ver el telediario. Parece que venga de la guerra pero no he ido más allá en un radio de 30 kilómetros, he invertido 33,75 euros en los desplazamientos para estudiar en Tarragona, tomar el aperitivo en Cambrils, trabajar en Valls, ‘desconectar’ en Reus y regresar a dormir en Torreforta. Con ese dinero, puedo ir a Londres y volver desde Reus; y todo ello en menos del tiempo invertido en esta odisea por el Camp, que roza las tres horas (2h. 57’), sin contar las esperas (entonces al cronómetro hay que añadir 1 h. 15’). En ese rato también puedo ir a Madrid y comerme un bocadillo de calamares en Atocha.

No hace falta comentarios, el artículo deja claro lo que tenemos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Però això ens passa només a causa que tenim governadors, gent prepotent que no té ni idea de res només que de pujar impostos i pujar ells el sou i sense pensar per a res en el ciutadà ni el contribuent, tenim el que van voler la majoria dels tarragonins , només queda desitjar que en les pròximes eleccions aquests mateixos hagin reflexionat amb els fets que han estat desastrosos.

el niño torreforta dijo...

Kiko, no te esfuerces la chulería y la prepotencia les puede y no harán para arreglar la situación y si hacen algo será cerca de las elecciones ya veras, lo que pasa que entonces nos tenemos que acordar de lo mal que lo han hecho en estos años.

maribel dijo...

El tema de los bonos la verdad es que peor no podría ir, pero no les importa nada de nada, solo los beneficios de los amigos que tienen la concesión, que pena y se hacen llamar defensores del obrero, jajajajajajajaajajajaja

Unknown dijo...

Kiko que no hablan del transporte de Tarragona ciudad, que hablan de lo que gestiona plana e hispanoigualadina.